Nosotras y yo

Una experiencia de escritura con las ex Presas Políticas de Devoto
Verónica Couselo

Raro o maldito, el tratamiento de la dictadura militar de tanto estar ausente en el aula casi se queda libre. Quizás porque los militares cumplieron demasiado bien con los planes de aniquilar toda idea contraria al régimen. Quizás porque abordar la literatura de los 60 o los 70 es enfrentar a un montón de prejuicios y en algunos casos enfrentar a los padres de los alumnos que cuestionan por qué se le da al hijo ese tipo de material. Si hablamos de Paco Urondo, por ejemplo, es más la gente que sabe que era un montonero que se tragó la pastilla de cianuro, o que murió en un enfrentamiento, que la que leyó alguna vez sus poemas. La etiqueta supera al escritor. Además, muchos de los escritores de los 70 conforman hoy la lista de desaparecidos porque no estaban ajenos a esa generación que creía que el cambio social estaba al alcance de la mano y se hizo cargo de ello. En la conferencia Literatura Armada Jorge Lafforge dice “... recordemos muy rápidamente ciertos elementos del contexto latinoamericano, que entran en la configuración literaria la historia del período como marco del debate y desarrollo de su literatura. Ante todo, recordemos algunos elementos contextuales, por ejemplo el político. Esos años estuvieron signados tanto por el triunfo de la revolución cubana que ahora abría la esperanza de un socialismo en libertad, y con raíces propias, como por regímenes reformistas, que prometían cambios estructurales en democracia... En definitiva, una década contradictoria, rica en proyectos, una década que permitía albergar esperanzas diversas, grandes fervores y por qué no el de las letras”
La Sociedad de Escritores y Escritoras Argentinas publicó hace poco una antología que se llama Palabra viva, textos de escritoras y escritores desaparecidos y víctimas del terrorismo de Estado. Argentina, 1974/1983  71 autores, con sus biografías y alguna de sus obras. Más otros 31, de quienes no se encontraron obras.  Eran jóvenes, con poca producción aún porque su crecimiento quedó trunco. Una generación completa de escritores que nos falta para nuestras aulas, para nuestras vidas.
En lo personal, recuerdo que durante la cursada poco aparecía la literatura armada o la literatura argentina comprometida. Hasta que conocí Operación Masacre de Rodolfo Walsh y La plaza de Tlatelolco de Elena Poniatowska. Esos autores me impactaron fuertemente por la temática y el modo de trabajarla.
Este año, al cumplirse los 30 años del golpe, quizás por la afición a los números redondos, o porque llegó al poder un (bueno – malo o pésimo) militante de los 70, o porque quizás pasó el tiempo suficiente para madurar ciertas ideas, cicatrizar algunas heridas y por la necesidad de dejar testimonio para que las nuevas generaciones levanten las banderas de la lucha donde otros las dejaron   el tema de esos años oscuros, tanto para nuestra historia como para nuestra cultura, se instaló en la tele, en los diarios, en las escuelas. Aparecieron nuevos libros. Se vieron nuevas documentales.
Este año también salió a la luz el Nosotras, Presas políticas, una obra colectiva de 112 prisioneras políticas entre 1974 y 1983. (Aclaro que no tiene que ver con el furor treintañero, sino que debería haberse publicado el año pasado, pero yo colaboré activamente para que todo se demorara y atrasara un poco más)
El libro abarca nueve años de nuestra historia reciente, narrada desde otro lugar. Por mujeres que vivieron el Proceso encerradas, que fueron parte de ese “pensamiento diferente” que se quería aniquilar. Un libro que desborda dignidad, en el que están presentes el dolor y el miedo, pero donde la alegría y la anécdota ganan terreno. “Lo que más lamento – le dijo la mamá a Molly, una de las presas – es el tiempo que vas a perder acá adentro”. Molly le contestó que ella no estaba perdiendo el tiempo en la cárcel. Estudiaban, hacían gimnasia, cocinaban, hacían manualidades, obras de teatro, discutían de política, sacaban denuncias, militaban, organizaban el economato, leían libros que escondían en los “berres”, se pasaban las cartas de los familiares para compartir ese soplo que venía desde afuera, dibujaban para sus hijos, representaban obras de teatro, iban a la peluquería, escribían cuentos, escribían cartas, escribían denuncias, escribían. Todo en forma clandestina, puesto que hasta sentarse en la cama estaba prohibido.

Me sumé al proyecto en el 2004. Cabe aclarar que figuro como “correctora” de los relatos. Lo que viví fue mucho más fuerte que eso. A partir del momento en que nos pusimos a trabajar, yo sentí que estaba encontrando un puente con la generación anterior, que esa gente tenía muchas ganas de dejarme entrar y conocer su historia y que además estaba contribuyendo a que este material estuviera a disposición de mucha gente.
Los vínculos creados en aquellos años en la cárcel perduran hasta nuestros días. Los mismos relatos se repiten una y otra vez. Testimonios, denuncias, causas, pero también anécdotas, bromas, chistes, recetas se vuelven a contar en cada reunión, en las cartas, en los mensajes de correo electrónico. Había llegado el momento en que esos mismos recuerdos que se repitieron cientos de veces pasaran ahora al lenguaje escrito y tratando de recrear el mismo efecto.
Las autoras tenían una gran historia para contar. Habían reunido mucho material. Miles de cartas que se habían escrito desde la cárcel, cuentos, poemas. Pero ese material necesitaba ser explicado y contextualizado. ¿Cómo hacerlo?
Ellas siempre se referían al libro, como “el libro de las cartas”, pues ellas eran el eje conductor de esos 9 años de historia. Pero lo que se logró fue algo más que una compilación de cartas.  Cito al Prof. Augusto Trombetta (Director del Departamento de Castellano, Literatura y Latín del I.S.P. «Dr. Joaquín V. González»), en la presentación del libro el 8/6 en ese instituto: la rectora Celia Sabato, aun sin saberlo, no me pidió que comentara un libro sino cuatro... Porque el volumen que estamos presentando en esta oportunidad, no nos engañemos, tiene una tapa, una contratapa y un lomo que encierran casi 500 páginas interiores más un CD rom; tiene una organización cuidada, con nota editorial, prólogo, nueve capítulos y un epílogo; tiene textos e ilustraciones; tiene, en definitiva, todos los elementos formales de un libro. Pero yo, al menos, leí cuatro libros: leí una historia argentina contemporánea, leí una ficción, leí una etnografía y leí una obra política.”
En la primera reunión hubo muchas mas preguntas que respuestas ¿Por qué están escribiendo esto? ¿Para quién? ¿Cómo eran ustedes? ¿Cómo quieren darse a conocer? ¿Qué tienen para contar? ¿A quien creen que les va a interesar su libro? ¿Cómo lo van a contar? ¿En qué tono?  ¿Quién las va a leer? ¿Qué cosas tienen que explicarle a alguien que no estuvo en Devoto? ¿Cómo van a hacer para que el lector no abandone en la mitad del libro? Todo esto “tomado” de las mismas cosas que hacíamos en los talleres de escritura en el IES 1
Ellas tenían algunas respuestas y otras se fueron dando en el transcurso del proceso de escritura:
¿Quiénes eran?
Mujeres comprometidas, militantes, librepensadoras. Eso querían reflejar en el libro sin importar si eran de alguna de las variantes del peronismo, o de la izquierda. Ahí surgió el Nosotras, una voz en primera persona, femenino, plural que al principio sólo servía de enlace entre cartas y testimonios: “Fulana nos cuenta...” pero de a poco fue tomando vuelo propio y se transformó en un narrador con mucha personalidad, afectivo que nos da la mano y nos lleva a recorrer la cárcel año por año, pabellón por pabellón, celda por celda.
Al principio percibí como un “miedo” a irse demasiado para el lado de la literatura y separarse de la historia. Sin embargo, desde el momento en que había un narrador era inevitable pensar en ficción. Pero traje a la memoria a mis referentes: Walsh y Poniatowska, que narraron hechos reales en tono literario. La “no ficción”, que no quita veracidad al relato sino al contrario, los vuelve más creíbles.
¿Por qué están escribiendo esto?
Cito a Blanca Becher, en una nota en el diario La capital del 19/3 “El libro empezó en 1999, con el empuje de una ex presa, Mariana Crespo, que murió en 2000. A ella está dedicada esta obra colectiva. “Trabajamos de a grupitos, mandándonos mails, conversando, recordando por todo el país”.
¡Pero el libro empezó a escribirse mucho antes!. Aún sin saberlo. “Nosotras es un acontecimiento original. En todas sus dimensiones. Primero porque es un emprendimiento colectivo. En realidad todos los libros lo son, aunque en muchos casos sus autores creen que su producto es individual y simplemente ignoran que no hay nada más social que la palabra y el conocimiento. En cambio este libro fue una tarea colectiva desde el inicio, lo cual es como mínimo original en una sociedad y en un período de imposición hegemónica del individualismo a ultranza. Fue una tarea colectiva desde que se iniciaron las acciones reales que transformaron a sus autoras en un grupo de jóvenes militantes, y luego en prisioneras políticas, o sea que comienza mucho antes de plasmarse en hojas y palabras escritas” 
¿Para quién?
“Este libro es por Mariana y por nosotras.
Por nuestros familiares, que vivieron nuestra experiencia y la sufrieron en carne propia.
Por nuestros muertos y desaparecidos, a los que no olvidaremos nunca.
Por aquellos que no conocen la historia o tienen una vaga idea de lo sucedido.
Por las nuevas generaciones, por nuestros hijos” 
¿Qué tienen para contar?
Una cita de Jean Paul Sartre inicia la introducción: “Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos nosotros de lo que han hecho de nosotros”. Y ahí es donde ellas ponían el acento. No querían otro relato de muerte y tortura. Querían contar de ese “mundo mejor” que no lograron en la calle, pero sí rejas adentro. Querían contar de la resistencia al llamado plan de aniquiliamiento a la subversión, de cómo la solidaridad y ciertos principios en común fueron más fuertes que cualquier otra diferencia. 
Dijo Estela Garibotto en una presentación del libro: “Creo que la cárcel no es una experiencia que mejore la vida de nadie. En nuestro caso la cárcel fue una consecuencia de una elección anterior que contenía esta posibilidad entre otras. Eso teníamos en común más allá de nuestras posiciones políticas y también de nuestras edades, y de muchas otras diversidades” 
¿Cómo lo van a construir?
Se hicieron cientos de entrevistas, se tipearon cerca de dos mil cuatrocientas cartas. La tarea de recuperarlas fue ardua. “Algunas, la familia las quemó, otras están borroneadas por las lágrimas y las tuvimos que transcribir con lupa”, describe. “Las cartas eran el puente con la libertad y con la sociedad”, dice en la misma nota, unos renglones más adelante, Carlota Marambio
Hubo un excelente trabajo de Coordinación y selección de materiales.
¿Cómo lo van a contar?
Se decidió que cada capítulo abarcara un período de tiempo, que tuviera un “afuera” un contexto histórico y un “adentro” que incluía cartas, relatos y narración. Al final de cada capítulo se anexaban los poemas, cartas y dibujos. Se decidió suprimir subtítulos dentro de los capítulos para los testimonios de las compañeras no se vieran limitados a hablar de un solo tema. 
¿En qué tono?
El primer texto que leí fue el del año 76. Era una abrumadora cantidad de información y el narrador (Nosotras) se limitaba a explicar algunas cosas dejando que todo lo demás lo comunicaran los relatos y testimonios. Les devolví una vez más un informe con problemas de escritura y con más preguntas.
Luego el 77. Me acuerdo que, después de la primera reescritura, la coordinadora me dijo que al 77 le faltaba vida y sentimiento que viera cómo podía ponérselo. Le contesté “Yo te hago preguntas para que vos puedas poner lo que ustedes sentían, yo no estuve en Devoto, ustedes sí”. Al final, en una presentación en Mar del Plata, tuve que admitir que sí, que pude entrar a la cárcel de Devoto, percibir los olores a humo y humedad, sentir el frio de las celdas de castigo o del agua de las duchas, escuchar el ruido del carro con el que traían la comida sin haberme levantado jamás de la silla.
Nuestros encuentros no eran clases de literatura, ni de gramática. Como en la cárcel, eran intercambios de opinión y decisiones: nos sentábamos a charlar en la casa de la coordinadora con un mate significativamente ENORME. Y ese mate fue para mí un punto de partida: no perdamos este tono, el tono de alguien que está contando algo con naturalidad, como con un mate en la mano. No querían un tono académico, sino un tono amable y cordial.
¿Qué cosas había que explicar?
Había que escribir no sólo para la gente que había estado en Devoto, sino para los que no habían estado, los que nisiquera habían militado y para los que nisiquiera sabían que había existido la dictadura.
Yo me convertía en una posible lectora que no conoce la cárcel de Devoto ni por fuera. Necesitaba datos para terminar de entender y dar sentido Yo les preguntaba cosas que el texto no me dejaban claras, entonces las chicas me las explicaban, me contaban qué había pasado. Poco simpática yo les respondía “Bueno, contalo así”. Más que en correctora o docente, me puse en lectora y las invité a hacer lo mismo. Ese distanciamiento de los propios escritos les permitió empezar a pensar críticamente en sus propios textos.
Claro, a veces, en el afán de no hacer una obra literaria sino destacando el valor histórico y objetivo del texto, los relatos eran medio escuetos.  Faltaba información en algunos casos. En otros casos sobraba. Pero quedó claro que los lectores no habían estado en Devoto, y si ellas querían transmitirles la vida cotidiana en el penal, había que hacerle llegar al lector las sensaciones que ellas habían vivido.
Después de varias idas y vueltas, incorporaciones de relatos, supresión de otros, recorte de alguno... decidimos seguir adelante, a ver cómo las trataba el 78, 79, 80...
Parece mentira. Después de un tiempo de reflexión, de lectura y distanciamiento de los propios textos y de reescritura, los capítulos siguientes “salían con fritas”. Muchos menos problemas de escritura. Habían largado la pluma. Ya no se privaban de recrear en el papel lo que recordaban que sentían en Devoto. Las chicas empezaron a reírse cuando escribían porque se sentían que volaban. Es que ese espíritu de alegría que las acompañó en la cárcel empezó a filtrarse en las páginas y en su escritura.
Me acuerdo de haberles indicado, por ejemplo “Si van a contar, cuenten” No servían los textos a media tinta, ni los finales con “etcétera”, si había más cosas relevantes, escríbanlas, si no, no. Pero etcétera me da idea de poca cosa. 
¿Cómo hacer para que el lector no se aburra en la mitad del libro?
El tema en sí mismo, la forma de tratarlo son de por sí un atractivo. Pero la polifonía y los distintos géneros discursivos ayudan a la dinámica. Y esas sí fueron decisiones que se tomaron. Hay relatos en plural, en singular, de presas de distintos puntos del país, de distintas edades. Hay narración, hay documentos históricos, hay cartas, poemas y dibujos. No está pensado sólo para los militantes, sino también para los que buscan datos históricos, para los amantes de la literatura y para los curiosos.
Después de esas reuniones de debate y charla ya tuve otro tipo de trabajo. Realmente las chicas habían aprendido a dominar a la lapicera en lugar de ser dominadas por ella. Y sólo me mandaban algún mail para que me fijara cómo había quedado algún párrafo y la versión final de cada capítulo.
Ellas lograron un libro de calidad, que sólo ha merecido las mejores críticas. Yo me quedé con un aprendizaje enorme, no sólo por la experiencia de mezcla de taller de escritura con trabajo de corrección, sino que además conocí otra visión de nuestra historia reciente y conocí mucha gente interesante. Hoy vuelvo a leer el libro y sí, encuentro algunas comas de más, algún que otro error, pero vuelvo a sentir orgullo de haberme podido sumar al proyecto
Nosotras, presas políticas
Un proceso de escritura de una obra testimonial
Viviana Beguán – Silvia Echarte

Creemos que en estas líneas sólo alcanzaremos a esbozar, en parte,  el trabajo realizado para la concreción de nuestro libro. Cada uno de los temas que recorren sus páginas encierra un sinfín de anécdotas, vivencias, ideas, participaciones, elaboraciones, discusiones. No obstante expondremos algunos temas en la perspectiva de acercarnos a una elaboración, no sólo del contenido del libro sino de cómo fue hecho, es decir, del proceso de escritura.
Nuestro libro, Nosotras, presas políticas, es una obra colectiva que comenzó hace siete años a partir de una idea de Mariana Crespo, nuestra querida compañera. Un proyecto que nos convocó entrado el año 1999. Un deseo: contar nuestra experiencia como presas políticas entre los años 1974 y 1983. La vida cotidiana de un conjunto de detenidas en la Cárcel de Villa Devoto donde, por decisión de los militares, fuimos concentradas casi 1200 mujeres, trasladadas desde distintas cárceles del país. Un objetivo: contar nuestra resistencia, desde ese lugar, a los planes de aniquilamiento de la peor dictadura de nuestra historia.
Una decisión: dar testimonio.
Mariana decía en ese momento: “Suponemos que en el marco de la recuperación de la memoria acerca de lo sucedido en los años 70, en la que vastos sectores sociales están comprometidos, un libro como éste puede despertar (sobre todo en las nuevas generaciones) no sólo curiosidad, sino un interés para profundizar e investigar. El libro podrá, en sí mismo, ser una herramienta de trabajo en colegios, comunidades barriales, grupos de mujeres, organismos, etc.”
La idea inicial fue tomar como principal testimonio las cartas que enviábamos a nuestras familias, que documentan cómo vivíamos y qué sentíamos en ese preciso momento, y darles un marco narrativo, histórico.
Con esas ideas nos reunimos por primera vez en octubre de ese año  cien compañeras
dispuestas a colaborar. Y algunas llevaron ya a esa reunión varias de sus cartas, cuadernos carcelarios y dibujos. Empezaban los reencuentros y la alegría de volver a tener un proyecto común después de tantos años.
Mariana conformó un primer equipo de trabajo, integrado por un grupo de antropólogos y estudiantes de antropología y dos de nosotras. Y se organizaron las primeras tareas: recolección y clasificación de las cartas; reuniones de las que llamaríamos “las creativas”, para ir trabajando los aspectos literarios; la gestión de un subsidio para hacer frente a los gastos que esto demandaría, aunque el trabajo se realizaría en forma voluntaria; y se programó una reunión de las llamadas “las memoriosas”, para que con sus recuerdos se pudiera hacer un relato cronológico.
Esta reunión se concretó en noviembre, y se grabaron los recuerdos para que luego se fueran sumando otros. Empezábamos a construir nuestra memoria colectiva.
El 1ro de enero del 2000 murió Mariana…, y empezamos a extrañar al “caballo loco”, como le decíamos cariñosamente. Hubo que acomodarse a un equipo sin ella. Y también al descalabro económico y social de esos años que afectó a cada una de nosotras.
Entrado el 2001, el equipo coordinador se reforzó con algunas otras voluntades.
Esta nueva etapa fue, sin duda, de acumulación de material y lectura de los mismos.
Se había realizado la reunión de “las creativas” y elaborado un punteo con los ejes que se tomarían para fichar las cartas: relación con nuestra familia, con nuestros hijos, anhelos desde la cárcel, hechos que dieran cuenta de la política de aniquilamiento implementada y nuestra resistencia. Y esto inmediatamente abrió interrogantes: ¿cómo serán incorporadas las cartas?, ¿serán fragmentos que acompañen el relato?, ¿será la carta entera? Y luego de un intercambio de opiniones se decidió que las cartas serían publicadas íntegramente, como documento histórico que, por sí mismas, expresaran nuestra vida en la cárcel.
Hubo entonces que completar las cartas fichadas y organizar su transcripción de manera diferente.
En esta etapa se recolectaron 2400 cartas entregadas por cien compañeras, además de poemas escritos en esos años, dibujos, y cuadernos que teníamos en la cárcel donde escribíamos poemas, canciones o extractos de libros estudiados, y hasta fotos familiares.
Por otro lado, los recuerdos de “las memoriosas” fueron valiosos pero insuficientes porque, como dice Paul Steinberg – un sobreviviente de Auschwitz - :“Nuestra memoria es dulce, benéfica, crea zonas vagas, borra aquí y allá”. Por lo que hubo que tomar cada comentario: “me parece que fue en el 76 o 77, por ahí” o “yo estaba en el primer piso así que debe ser por mayo del 77”. Y entonces las cartas se convirtieron en material de consulta para rastrear datos y fechas.
Así se fue armando un borrador, año a año, con los hechos de “adentro”, apoyados con Decretos y Reglamentos Carcelarios y la Ley de Seguridad Nacional, vigentes en ese entonces. Más ponencias y tesis ofrecidas por sus autoras, y algunos textos transcriptos y otros originales de las denuncias que sacábamos de la cárcel hacia el exterior del país y que volvieron, en este tiempo, a nuestras manos.
Se agregaron también testimonios individuales o grupales que narraban cómo era la vida en las distintas cárceles del país en momentos previos a la concentración en Villa Devoto, para poder contar y “dar vida” a los grupos y sus experiencias, que luego fueron la base de nuestra convivencia.
Al mismo tiempo se fue trabajando en una cronología de los hechos de “afuera”, hechos políticos, económicos y sociales más relevantes, extraídos de libros y diarios de la época. Aquí es necesario hacer una digresión: cuando empezaba el 2000 no había en las librerías del país la cuantiosa bibliografía que hoy existe sobre la década del 70, y por otro lado, el buscador Google recién empezaba a conocerse por internet, por lo cual toda la recopilación del material implicó, horas de búsqueda en archivos de diarios o de organismos de derechos humanos, lectura de análisis políticos del momento, selección, armado y ordenamiento año por año. Este gran trabajo nos permitió, entre otras cosas, enterarnos de hechos que desconocíamos debido al aislamiento en que nosotras estábamos mientras sucedían.
Hubo, entonces, una primera organización de todo el material acumulado. El libro tendría 9 capítulos, uno por cada año. El “afuera” encabezaría cada capítulo y los testimonios lo cerrarían. Faltaba definir cómo sería el relato de “adentro” y qué lugar ocuparían las cartas.
En ese momento comenzó una discusión dentro del equipo de trabajo sobre cómo y qué contar de nuestra vida en la cárcel. ¿En qué persona gramatical (ellas, las presas o nosotras, las presas)? ¿Cómo debían narrarse las políticas de los militares hacia nosotras?, y ¿ cómo nuestra resistencia?
Ese equipo no sobrevivió a la discusión. Y en un mail enviado por Viviana se explicaba a todas las compañeras que eran ya parte del libro los motivos de la disolución, y pedía colaboración para continuar.
Seguimos adelante y con ese bagaje de trabajo, de información acumulada, con una idea general de lo que sería el libro, entramos en la última etapa: de mediados del 2004 al 23 de marzo del 2006.
Hasta aquí, el material que habíamos logrado reunir era cuantioso. A las cartas, los testimonios, la información de “afuera” y los recuerdos de “adentro” se sumaban escritos de compañeras sobre aquellos temas que creían importante contar, o que eran los que más recordaban: “la recreación”, “la carcelaria cuisine”, “la peluquería”, “el perrito de paño lenci”, “el juego de las capitanas”, “las visitas”, “la libertad”, y tantos más.  Cada una aportó una parte al trabajo total.
Con la participación de muchas compañeras, Liliana, Silvia, Blanca, Claudia, Tere, las Gracielas, Beatriz, ¡tantas!, se realizó la corrección de las cartas tipeadas y se completó las que faltaban. Se archivaron por año, y se seleccionaron las 500 incorporadas al libro. Fue un trabajo que demandó tiempo, dedicación, y resultó muy “movilizador”, tanto para las compañeras que entregaron sus cartas como para las que tuvieron la tarea de tipearlas. Significó “meterse” en los sentimientos más íntimos expresados en las cartas: las problemáticas familiares, las preocupaciones por los hijos y el desarraigo familiar. A veces había que leerlas con lupa para poder descifrar las letras borroneadas por el tiempo o la humedad o la letra minúscula que hacíamos para que el papel alcanzara para decir todo lo que teníamos para decir.
Luego decidimos que fueran en un CD debido a la cantidad de cartas que teníamos. Entonces Lili aportó su conocimiento técnico y diseñó y diagramó un sistema simple y accesible de consulta de cartas, fotos y documentos.
Por otro lado se trabajó en la corrección gramatical de los testimonios, respetando su contenido.
Pero había que tomar los relatos de “afuera” y de “adentro”. Decidimos que el de “afuera” sería sólo el contexto y que tendría no más de una o dos páginas. Por lo que hubo que volver a seleccionar el material, resumir y escribir un borrador que fue luego corregido varias veces.
Ya se había conformado un nuevo equipo de trabajo, Caty, Blanca, Mirta, Alicia y Viviana, que coordinó las tareas. Caty viviendo en Mar del Plata, Alicia en Los Ángeles y Blanca, Mirta, Viviana en Buenos Aires, así que las charlas, las discusiones y cada corrección demandaron cientos de correos electrónicos y llamadas telefónicas. Al mismo tiempo que se hacían reuniones para distribuir tareas o  hablábamos con compañeras a cualquier hora del día y a cualquier parte del país o del extranjero, para confirmar una fecha o un recuerdo, para preguntarle: ¿te acordás cómo fue?, ¿cuándo fue?
Mientras tanto seguíamos tomando decisiones. Y lo primero fue que al relato de nuestra vida en la cárcel lo haríamos en primera persona del plural: nosotras. Esa decisión (vemos ahora) reforzó el carácter testimonial por estar contado “desde adentro”, como dice Inés Izaguirre en el prólogo. Y también el sentido colectivo, tal como fue nuestra vida en la cárcel.
Este relato, el de nuestra cotidianidad, era fundamental, así lo habíamos decidido. Un relato que enhebrara, además, los testimonios, escritos, los poemas y dibujos. Un relato escrito en “Nosotras”. 
Ya sabíamos entonces qué decir y cómo organizarlo, pero aún teníamos que encontrar un lenguaje apropiado, un estilo apropiado, que queríamos fuese llano para poder expresar nuestras vivencias, sin tener, además, el oficio de escritoras la mayoría del equipo.
Entonces emprendimos la búsqueda, y tuvimos que enfrentar algo difícil para las que pasamos por aquellas situaciones: volver a pasar por ellas, e intentar describirlas.
Y mientras tanto seguíamos discutiendo cómo hacerlo. No queríamos que fuese un texto donde predominara la “denuncia” de lo vivido ni que tuviera un tono “épico”. Sin embargo caíamos en esas dos variantes muy fácilmente. Además, a los primeros escritos les faltaba emoción; todo estaba contado con el mismo nivel de importancia. Contábamos con el mismo “tono” el momento en que nos pusieron locutorios en las visitas y  por muchos años vimos a nuestros hijos y familias a través de un vidrio, o cómo hacíamos gimnasia. Tal vez es porque la memoria es “benéfica” y nos ayuda a borrar las cosas que más nos habían dolido.
Fue un proceso que implicó no sólo la reconstrucción de nuestra propia historia sino la necesidad íntima por parte de cada una de nosotras de enfrentarnos, con dolor y con alegría, a la realidad que nos tocó vivir. En algunas casos la recuperación de los recuerdos nos provocó somatizaciones, dificultades emocionales para elaborar nuestros testimonios, y al mismo tiempo, nos otorgó el goce de estar llevando a cabo el proyecto, y compartir también esos sentimientos.
De ese período conservamos los e-mails, que fueron muchos, hasta que logramos poner en palabras lo que queríamos decir o, mejor dicho, cómo: “Yo diría. Contar, narrar desde la subjetividad (como las mujeres mayas) o sea con los sentimientos incluídos. Y me parece que es lo que estamos haciendo, cuando eso se nos "escapa" enseguida aparece la denuncia, no sé si te diste cuenta. Es como si hubiera que tener "el corazón abierto" cuando uno  escribe o cuando lo lee. Por ahí, si uno se imagina que está en un café con alguien a quien querés y le estás contando lo que viviste, sale más blando necesariamente, no? No es fácil, sobre todo para nosotras, supongo que además para eso hay que tener cierto oficio”.
Y éste fue el momento en que la presencia de Verónica nos ayudó mucho. Al principio había asumido el rol “docente”, nos decía cómo debíamos escribir, los tiempos de los verbos, los conectores, el dequeísmo y por mucho tiempo estuvimos con sus machetes al lado de la computadora. Nos estábamos conociendo. Sin embargo, a medida que le fuimos mandando nuestros borradores y la sucesión de anécdotas, algunas divertidas, otras no tanto, empezaron a llegar sus e-mails diciendo: “me han hecho llorar”. Y ese fué el día en que empezó a “recorrer con nosotras los pasillos de Devoto”, como dice ella. Puntualizaba en cada relato aquellas emociones que no estaban, aquellas palabras que no se entendían. Teníamos entonces una mirada desde afuera y al mismo tiempo desde adentro. Nos pedía que describiéramos las vivencias, sensaciones, olores, sabores, gestos. Esto requería charlas previas entre nosotras, cambios de opiniones sobre momentos determinados, y luego... escribirlos, reescribirlos, y volver a escribirlos…
Y algunos correos electrónicos de esos momentos eran:
“va de nuevo la gaseada”,
“me parece que a la vidriera le falta una vuelta más”,
“le di 3 leídas y te digo lo siguiente, hay algunos párrafos que me parecen buenos y otros a los  que les pasaste un plumero!”
“Acabo de releer el 76 (para ver la diferencia con el 77 que dice Verónica), no lo había vuelto a leer desde las últimas correcciones y la verdad es que tiene razón, no se entiende nada y me parece (ahora) inconsistente. La parte del aluvión, sí, habría que tener más precisiones, la verdad es que se "nota" que no nos acordamos bien de eso.
Con el 75, estoy dándole vueltas y no voy ni para atrás ni para adelante. Sigo.”
Y así,  fuimos adquiriendo mayor libertad y comprobando que cuanto más libres éramos para expresarnos, más profundo resultaba el relato, más creatividad teníamos, y aún hoy nos reímos de muchas de nuestras “creaciones”, porque lo cierto es que nos hemos reído y hemos llorado con cada elaboración.
Otra cuestión fue el lenguaje. Hay palabras propias de la vida carcelaria. ¿Cómo explicar qué es el “chancho” o la “calesita”?, y tantas otras. No queríamos hacer notas al pie o un glosario que resultara denso o cortara el relato. Queríamos que el lector tuviera el mismo modo de aprenderlas que tuvimos nosotras: se habían ido incorporando a nuestro vocabulario, simplemente.
Una vez que estuvimos conformes con el cómo pudimos concentrarnos en la organización de los temas, definiendo lo principal en cada capítulo, es decir en cada año, y de este ordenamiento fueron surgiendo los títulos de cada uno.
Pero todavía faltaba. Y un día empezamos a preguntarnos: ¿entenderán los más jóvenes nuestra forma de vida? ¿Cómo decir que teníamos un compromiso social y valores que habíamos adquirido antes de que nos encarcelaran? ¿Cómo decir que así concebíamos la vida aún a riesgo de perder la libertad o precisamente la vida? ¿Pensarán que somos “perros verdes”? Porque, como decimos en el libro, “pareciera que nuestro país es otro país”. ¿Cómo acortar esa distancia que no es sólo el tiempo transcurrido? Es también el tiempo transcurrido de olvidos y algunas memorias. Y entonces, empezamos a decir y escribir “quiénes éramos”, en un escrito que así se titula y que nos permitió recorrer, a través de una descripción sencilla, la historia Argentina. Aún en su sencillez, fue largamente elaborado, corregido muchas veces y con muchos aportes. Además, debimos también superar nuestros propios prejuicios para poder decir “así vivíamos”.
Luego llegó el momento de pensar en la diagramación, las ilustraciones y la selección de los dibujos y poemas, con la colaboración de Nora. No resultó difícil, aunque sí significativa. Porque cuando tuvieron, también, un orden cronológico vimos, a través de ellos, los momentos vividos. Comprobar que las palomas que dibujábamos en el 76 eran grises e inexpresivas, y que en el 83 pudimos dibujar flores y ventanas abiertas. Y, además, ¡qué prolífica era la producción de cuentos para los hijos!
Entonces sí, faltaba el índice, completar la introducción, detallar la bibliografía y al final el epílogo…
Y la búsqueda de editorial. Luego de varias gestiones y de colaboración de Nora, de Estela, de  esperar ansiosas la respuesta y,  cuando finalmente era negativa, seguir buscando. Hasta que lo logramos.
Y llegó el día. Estábamos con nuestro libro, aún en borrador, en las manos, y había que dirigirse a la editorial. Teníamos una cita una tarde de febrero del 2006. Cinco minutos antes estábamos todavía releyendo, corrigiendo, haciendo un último repaso para que estuvieran las cartas, dibujos y poemas de cada una de las compañeras, que habían estado guardados en cajas durante siete años.
Y allí fuimos, con una sensación indescriptible. Y cuando salimos de la editorial, ahora con las manos vacías, empezamos a caminar por la calle Corrientes, despacio, sin decir nada, sin rumbo fijo. Entramos en un restaurante, pedimos un vinito y brindamos. Hacía calor.
Aún faltaban las galeras, el nombre del libro y la tapa, las palabras de Eduardo Galeano, y… los tiempos de la imprenta.
Pero finalmente el libro estuvo en la calle el 23 de marzo del 2006.
Y empezó una nueva etapa.
Esta etapa, en que nuestra memoria ya es parte de otros, en que es posible cotejarla con otras memorias, resignificarla. Escuchar las opiniones de quienes han leído el libro, sus análisis, sus observaciones y comprobar que aquella historia reciente es, en realidad, una parte importante del presente. Que aún es objeto de investigación, de elaboración, también de heridas abiertas.
En cada presentación notamos una enorme avidez por saber, por decir, por compartir vivencias de unos y otros. Ese hecho nos permite ser optimistas, y a lo mejor es pertinente pensar en que el modo en que el Estado y las Instituciones (educativas y culturales, judiciales) participen de esta construcción de la memoria, no sólo es fundamental; también es la garantía de continuidad, al legitimar el proceso abierto de búsqueda de verdad y justicia. Y abre un camino de más y mejor democracia.
Creemos que nuestro libro resulta un aporte a ese proceso. Así lo pensamos desde el principio y ésa fue la razón que nos guió, aún en los momentos en que sentíamos que la tarea nos abrumaba.

Documento histórico, construcción de la identidad y didáctica: el uso  reflexivo de los discursos testimoniales en un monólogo teatral
Prof. Adriana Gabrielli

Una vida no es comparable a una ciudad
Una vida destruida no  se puede reconstruir…

Durante este año, 2006, una serie de coincidencias me han llevado a escribir estas líneas: en primer lugar la conmemoración de los 30 años del Golpe Militar, con la consecuente discusión alrededor del tema sobre qué hacer con esto en la escuela, cómo abordar esta discusión en el aula; luego, la convocatoria que desde esta Institución, el IES NRO. 1 se hace para discutir sobre los géneros raros y malditos.
Estas circunstancias sumadas a la experiencia personal de construcción y participación en un relato testimonial, desembocaron en la escritura de este trabajo donde intentaré relatarles un evento didáctico realizado muy lejos de aquí, en el norte de Italia, para ser más precisos, en la provincia de Treviso, región italiana del Véneto que fue el pueblo de mis mayores y dónde aún conservo con sus habitantes lazos familiares y de amistad.
Allí, en enero del 2004, apareció en el diario local una foto antigua donde se veía un grupo de personas reunidas para festejar el  Año Nuevo de 1953, debajo de la foto se consigna el nombre de las familias que aparecen retratadas en ella, y se dice también que fue encontrada en el estudio de un fotógrafo, que por aquel entonces (en 1953), se encontraba viviendo en Argentina, exactamente en San Miguel, Provincia de Buenos Aires. En ese momento casualmente yo me encontraba visitando a mi familia, el esposo de una prima me muestra la foto y me consulta acerca de los retratados; fácilmente los identifiqué, de hecho eran mis padres y mis tíos.
Pasado el mes vuelvo a casa; pero esa foto y esa información sigue viajando, sigue circulando en la ciudad. Allí reconocen entre estas personas a una mujer, quién fuera conocida por los partisanos como Carmen, su nombre de guerra, y quién yo en casa llamaba tía Noris.
El viejo fotógrafo del que hablamos pertenece al ISTRESCO (Istituto per la storia della Resistenza e della societá contemporánea della Marca trevigiana), así es que logra que se reúnan investigadores de ese y otros institutos (el FAST Foto Archivio Storico Trevigiano) con protagonistas de la época, amigos, familiares y conocidos de Carmen; y su historia, o La Historia, va tomando forma.
Como conclusión podemos decir que  durante el 2005 todos estos testimonios confluyen y dan forma, en primera instancia a un monólogo teatral. Posteriormente  el trabajo de investigación continuaría y ese material sistematizado se transformará en un libro publicado por el ISTRESCO, cuyo autor es Federico Maistrello, con una tirada de 2500 (dos mil quinientos) ejemplares.
Volviendo ahora al monólogo teatral  podemos decir que éste ha sido concebido con la inclusión de diversos documentos históricos, entre ellos las declaraciones judiciales realizadas por Carmen en ocasión de los procesos realizados en Treviso a los colaboracionistas, y particularmente con fotografías de época.
Al comenzar la obra, en el escenario se muestra la foto disparadora de la investigación, se describe, se trata de explicar la situación en que supuestamente se hallan estas personas, su posible grado de parentesco; se reflexiona acerca de la inscripción del cartel que irónicamente reza “Italia Feliz”. Finalmente se centra la atención en la figura de Carmen y comienza la presentación de ella relatando como es su vida en Argentina, su progreso económico, su casamiento.
 “-Italia Feliz- … Feliz esta fórmula bastante inusual nos trae un auspicio, nos transporta a un clima fuertemente positivo de confianza en el futuro, en la sociedad, en el porvenir del país, un clima de esperanza; es probable que quien haya pasado la guerra en tiempos recientes, pues no han transcurrido aún diez años desde el momento de su finalización, continúe llevándola sobre sus espaldas…
Además una vida no es comparable a una ciudad. Una vida destruida, no se puede reconstruir…
Si nos corremos del centro de la fotografía ocupado por la imagen de una señora anciana, encontramos la figura de una mujer, una joven mujer.
La llaman Carmen”
El monólogo avanza con la ayuda de ciertas fotos que la muestran en su regreso a Italia a fines de los 50, se muestra la reconstrucción  de la ciudad, el boom económico y nuevamente la acción se interna en el pasado: la entrega pública de armas a la que se vieron obligados los partisanos en toda Italia,  el encuentro de  Carmen con Nedda, sobreviviente y testigo de los hechos, con quién volverá a re-encontrarse en el Tribunal para declarar contra los colaboracionistas. Las declaraciones de ambas efectuadas ante la Corte, pasarán a formar parte de este relato teatral al ser leídas en el escenario, así como otros documentos históricos, tales como la carta donde la Jefatura Alemana sugiere desarmar las “Brigadas Negras” dado que su accionar se había vuelto delictivo:
“Piazza D´Armi, fines de abril del 45: los partisanos entregan las armas a los representantes de las Fuerza Aliadas y del Comité de Liberación Nacional.
… luego de casi veinte meses de ocupación y de luchas entre invasores y patriotas, porque así los llaman ahora a los partisanos, no más rebeldes o bandidos.
Treviso está destruida, pero la guerra ha terminado.
De la confusión reinante aquel día nos da testimonio la Señora Zanfranceschi, Nedda…dice: ‘veía rostros de personas que conocía y que estaba segurísima que nunca habían estado con nosotros, gente que había vestido la Camisa Negra hasta el último día y que  ahora estaba allí adelante, con pañuelos azules al cuello, o directamente con los rojos, todos partisanos! … había también personas de filiación dudosa gente que a último momento tomaba un arma, una pistola, un cuchillo, una escopeta de caza, se ponía en la fila y se hacía pasar por partisano.’
En Treviso el Tribunal se reúne el 27 de mayo del 45. El primer juicio tiene lugar el 8 de junio. La participación popular es enorme.”
Para contar cómo Carmen llegó a transformarse en “correo”  y mano derecha de Cirillo, que ejercía la jefatura de las “Brigadas Rojas”, se recurre a diversos testimonios recogidos entre sus coetáneos que relatan cómo Carmen subía y bajaba con su bicicleta desde los montes circundantes a la ciudad, llevando y trayendo recados, alimentos y armas. A modo de ejemplo se presenta aquí el testimonio de Bruna:
 (En primer plano fotografía de Bruna Fregonese) Testimonio de Bruna: Conocí a Carmen en el 44. Yo vivía en Porto. Allí en Porto di Fiera había un zapatero, de nombre Maschio, ella hacía arreglar los botines de los compañeros. Llevaba bolsas llenas  de zapatos!  Imagínense las necesidades de los brigadistas allá en los montes…
En Treviso, Carmen y los otros “correos” concurren a los lugares de encuentro donde reciben las órdenes de los responsables  que luego deberán transmitir a los brigadistas en los montes, o retiran paquetes con volantes de propaganda  para ser distribuida clandestinamente…
 El miedo. Había que estar loco para no tener miedo.”
Finalmente se presenta el episodio de la traición y captura. La tortura es relatada nuevamente recurriendo a documentos y declaraciones tribunalicias y a una carta firmada por ella,  escrita desde la prisión  donde narra su situación y la de sus compañeros presos. Se narra también que pocos días antes de la liberación logra escapar.
 28/12/44, Queridos compañeros: Finalmente puedo darles noticias mías y de los otros. Lince, Morillo, Tarzan  y Nina nos han traicionado cobardemente. Los compañeros Leo y Bocol han sido fusilados el 24 de diciembre, condenados por el tribunal militar, de esto el responsable ha sido Lince quién motivado por resentimientos personales los ha acusado injustamente… Yo ya llevo 40 días en prisión y es indescriptible aquello por lo que he pasado, torturada salvajemente siempre negué, ya estaba convencida de que iba a morir, cuando una noche me llevaron en presencia de Lince y otros cuatro carniceros para comenzar el sexto interrogatorio, yo sigo mintiendo, Lince insiste –sólo ella conoce a esas personas, ningún otro conoce a los jefes-. Yo moría de angustia encontrándome por vez primera ante un compañero capaz de semejante conducta. Me colocaron las cadenas en la cabeza de forma tal que ningún ser humano pudiera soportarlo, y yo seguía diciendo - fusílenme no se nada. No apiadados, sino cansados, dado que eran las tres de la mañana y el interrogatorio había comenzado a las diez de la noche me dejaron en paz  durante tres días …”  
El monólogo hace avanzar la acción llegando así al fin de la ocupación y  siempre a través de la lectura de los documentos históricos, un periódico en esta ocasión, consigna la sentencia de muerte emitida para los colaboracionistas responsables de las torturas y las muertes, y también  relata que posteriormente la declaración de una amnistía  les salvó la vida, la imperfección de la Justicia es tratada de la siguiente manera:
“(Lectura del periódico Rinascita)  -La multitud  ha abarrotado la plaza durante el desarrollo del juicio, las distintas fases del mismo fueron seguidas radiofónicamente por medio de altoparlantes instalados en el recinto del Palacio de Justicia-.
El juicio concluye con tres condenas a muerte, entre los condenados se encuentra Lince.
-Así una deuda con la justicia queda saldada. ¿Pero cuántas otras quedan pendientes y quizás para siempre?
El juicio contra la banda de Lince ha despertado horror y pena, y la sentencia fue bien recibida.”
Y aquí la necesaria reflexión que hallamos en el texto:
“Nos preguntamos: ¿Qué se ha hecho con aquellos, más inteligentes, más responsables, más capaces, que han reclutado con el dinero público a estas infames bandas de delincuentes, que han consentido su accionar, que han señalado a las víctimas?. ¿Qué se hará con los diligentes industriales, directores técnicos, grandes comerciantes que se pusieron a las órdenes de los nazis... qué diremos de las catervas de periodistas complacientes?  La Justicia que buscan los honestos es aún Niña” 
Todo es narrado en el escenario, también la forma en que los partisanos volvieron a sus tareas, a sus campos, a sus fábricas, los que podían y a enfrentar nuevos desafíos los que no hallaban trabajo.
“La consigna era pan y trabajo, y algunos el pan tuvieron que ir a buscarlo en el extranjero, con todo lo que habían hecho por su país.”
Entre ellos Noris, Carmen, volvió al trabajo, a la aparentemente simple cotidianeidad, silenciada, como si nada hubiese sucedido, hasta un día de noviembre del año 67 en que decide quitarse la vida.
Y hasta que un día su ciudad decide conmemorarla.
Retomando ahora mi frase anterior me detendré en la palabra conmemorar, es decir hacer memoria, recordar no sólo lo bueno, las instancias de heroicidad de los actores de una época, sino también lo malo que sucedió en ella, los silencios que se impusieron a la sociedad que debía seguir adelante. La conmemoración, la rememoración es necesaria en todas las sociedades para que se recupere la voz de aquellos que han sido silenciados. Puesto que si nuestra imagen especular, anudada a un cuerpo y a un nombre nos establece como sujetos, la imposibilidad de construcción de esa imagen nos lleva a la muerte.
En esta conmemoración podemos afirmar que la voz silenciada, aún a destiempo para la protagonista de la historia, se ha convertido en palabra, los diversos discursos testimoniales,  el periodístico, el fotográfico, el judicial se han aunado en la obra teatral para producir el encantamiento que, tal vez, cada uno de ellos por separado no hubiera logrado.
Esta producción fue presentada en Treviso y en otras ciudades de la región del Véneto. La Fundación Benetton Iniciativas Culturales realizó, en principio, diez encuentros en su sede. Cinco de ellos serían llamados “propedéuticos” y estarían dedicados a brindar información sobre la época y el marco histórico del relato. Se implementó, por ejemplo, un glosario con términos relativos las situaciones peculiares que surgirían en escenas, como por ejemplo se explicó que eran las “Brigadas Negras”, o bien donde estaba situados ciertos edificios que en la actualidad ya no existen. A estos encuentros asistieron docentes de historia que se refirieron a los sucesos históricos que enmarcan el relato y los sobrevivientes de esta lucha. 
Cito en este caso una crónica aparecida en un medio local que refleja como han sido estas instancias movilizadoras y de aprendizaje: “En la platea nuestros heroicos protagonistas…siempre presentes, siempre combativos, como entonces, con el deseo de contar para que los hechos no se olviden, para que nunca más se hable de guerra, conmovidos por los recuerdos y la participación de los estudiantes. En los encuentros la emoción ha surgido  cada vez que las palabras patria y libertad pudieron ser pronunciadas, sin retórica, por aquellos a quién por derecho estas palabras pertenecían, a quienes han dado la vida por ellas”.
Los otros cinco encuentros consistían en la presentación del monólogo. Se calcula que a los primeros diez encuentros, puesto que luego se agregaron más fechas,  asistieron más de dos mil estudiantes pertenecientes a doce escuelas que asisten al último año de las escuelas medias y a las superiores; es decir los asistentes tenían entre trece y dieciocho años.

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