Representación del pasado reciente: reflexiones compartidas en torno a la relación literatura – escuela.

Allegroni Luis

1. En el “Epílogo” al texto de Guillermo Saccomanno La lengua del malón, el narrador clausurando la historia y, al mismo tiempo la novela, puesto que es el último párrafo del libro, dice lo siguiente:

De todos nosotros, sólo Azucena había hecho algo distinto con su vida: otra vida.
Me volví para verla alejarse, empujando el cochecito. Nacido en esos días de bombardeo, fusilamientos y marchas militares, me pregunté, mientras chillaban los mandriles, adónde empujaría la historia a esa criatura, cuál sería la suerte de ese bebé argentino. Y seguí andando.

La pregunta sobre la suerte de ese bebé argentino nacido en 1955, entre los escombros que dejaría el bombardeo a la Plaza de Mayo, tal vez tenga su respuesta en la larga lista de textos que conforman el corpus de novelas argentinas cuya temática se inscribe en la violencia política que imperó en nuestro país entre los años 1973 y 1983 y sus consecuencias.
Una primera aproximación la podemos encontrar en un texto de Osvaldo Soriano escrito muchos años antes que la novela de Saccomanno, más precisamente en el año 1974. No habrá más penas ni olvido se puede leer como la puesta en escritura de los inicios de la tragedia peronista y por añadidura de la tragedia Argentina.

2. Obviamente, sabemos que armar un corpus sobre la representación literaria de la violencia durante los años del “proceso” nos planteará una serie de interrogantes, y al mismo tiempo, algunas certezas. Entre los posibles interrogantes se destacan el problema del fechado (si es por fecha de publicación, fecha de escritura o bien por el tiempo en que transcurre la historia narrada), otra dificultad será el problema de género y, aún diría que también se inscribe entre las dificultades, la forma de representación de la materia narrativa. Entre las certezas, hay una que sobresale: todo corpus deviene ideológico. Comenzar el corte en No habrá más penas ni olvidos es colocar el punto de inflexión del inicio de la violencia en la sociedad civil y en especial en el peronismo de aquellos años.
Un valor agregado al texto de Soriano lo constituye la enorme significación simbólica de las acciones narradas, en consonancia con la historia nacional de principios de la década del ‘70 en nuestro país. En Colonia Vela, espacio reiterado en la ficción de Soriano, por esos años setenta, circulaba de manera sofocante un nombre emblemático en el contexto de la tragedia: Juan Domingo Perón. “La vida por Perón” o “Perón o muerte” son formulas lingüísticas reiteradas por los personajes, y, de hecho, la tragedia se desata a partir de una supuesta traición a la verticalidad que debe regir dentro del movimiento peronista. Tenemos un territorio, un nombre y un tiempo: comienzo de los 70, Colonia Vela y Juan D. Perón, tríada tomada como bandera de lucha por grupos que, sin mediación alguna, se vuelven antagónicos: por un lado, la derecha peronista, los supuestamente leales al líder del movimiento; por el otro, la izquierda perteneciente al mismo partido, aquellos que son presentados como los traidores a ese mismo líder. De esta manera, el texto desarrollará el enfrentamiento y mostrará las secuelas de lo siniestro. Comienza la ocupación de un espacio y con ella la matanza. Los actores deambulan como figuras trágicas en el territorio minado de un pueblo ficcional de la provincia de Buenos Aires que oficia, de muestra a escala, de aquello que sucedía de manera obsesiva en un territorio más vasto: el país todo.
Entonces, tal vez la respuesta a la pregunta que se hacía el narrador de La lengua del malón esté expuesta en el momento de mayor tensión de No habrá más penas ni olvido, el momento en que Cerviño, el aviador, se enfrenta con un matón de la derecha y dirimen, en medio de una lluvia pertinaz, quién de ambos es verdaderamente peronista. Finalmente se produce el silencio luego de la muerte violenta de Cerviño.

3. En el otro texto de Soriano aparecido en 1982, Cuarteles de invierno, continuación y cierre de No habrá más penas ni olvido, la dictadura ya está instalada en Colonia Vela. La alianza popular entre un boxeador y un cantante de tangos enfrenta de manera épica, no sólo a los militares en el poder, sino a los civiles colaboracionistas. Si en una primera lectura parece que el eje temático estuviera puesto en el enfrentamiento de fuerzas desparejas; en una segunda, el texto produce un viraje temático para dejar al descubierto, y al mismo tiempo denunciar a aquellos personajes que colaboraron, por acción u omisión, para que las fuerzas armadas tomen el poder en marzo del ‘76. Propone, de esta manera,  el texto de Soriano una actitud crítica sobre la ética que impera en aquellos políticos que olvidándose de un pasado de compromiso, asumieron abiertamente la defensa de un régimen ilegal desde su origen.

4. Comienzo el trabajo por los textos de Osvaldo Soriano porque ambas novelas circulan asiduamente dentro del corpus escolar. La pregunta que me surge, entonces, es por qué algunos textos, año tras año, se siguen proponiendo como lectura obligatoria en las escuelas y otros quedan fuera de este circuito a pesar de cumplir con los estándares estéticos exigidos por la institución. Otra pregunta posible para acercarnos a la dificultad planteada sería pensar la función que cumple la literatura dentro del espacio escolar. Y finalmente, una pregunta que considero central: por qué nosotros como docentes a cargo de la elección tomamos partido por algunos textos y dejamos de lado otros; ¿qué es lo que se juega en el acto de elegir?
Empiezo por la función de la literatura dentro de la escuela y digo que dentro del amplio marco de funciones posibles, la literatura, a mi juicio, debería cumplir una que considero esencial: representar el pasado reciente con el fin de ayudar a construir la memoria de la comunidad a partir del hiato doloroso de la dictadura y, al mismo tiempo, delinear figuras cuyo valor esté puesto al servicio de la formación de un pensamiento crítico en nuestros alumnos, no sólo de ese pasado reciente sino del presente.
Con esta formulación se desprende que le estoy pidiendo a la literatura más de lo que ella debiera darnos, ya que al colocar la escritura literaria al servicio de la relación con un referente tomamos partido por una creencia definida del hecho literario: aquella que proclama la representación realista dentro del canon escolar. Tal vez aquí surja otro tipo de interrogante de difícil respuesta: ¿de qué otra manera se podría representar la tragedia Argentina? ¿Se podría evitar el referente y dedicarnos a una prosa cuyo valor esté en un juego de significantes?
Pensar, entonces, la literatura como una máquina de representar. Pensarla a partir de las ideas y sentimientos que circulan en una determinada época. La literatura como máquina de representar el horror del pasado. En definitiva, la máquina literaria cumple con una función esencial: narrar el pasado, recoger la experiencia del horror durante la última dictadura en una constelación de sentidos y reflexionar sobre esa experiencia. Exponer las diferentes figuras que constituyeron y promovieron el horror y relacionarlas dentro del espacio social y político.
Primera hipótesis: la literatura representa la tragedia argentina en todos sus matices. El corpus de narrativa cuyo tema es la violencia política entre 1973 y 1983 se propuso instalar el tema en la sociedad, señalar las causas y mostrar las consecuencias de dicha violencia y denunciar los abusos a los derechos humanos. La literatura, entonces, diseñará  una serie de figuras que llevarán adelante la representación.

5. Como docentes elegimos, tomamos la palabra y hacemos leer los textos y con ellos construimos el sentido junto a nuestros alumnos. Ahora bien, ¿por qué elegimos lo que elegimos? ¿Hay detrás de la elección un juicio estético o simplemente elegimos el canon accesible de las editoriales escolares? Sin duda en la elección de un texto para trabajar en el aula inciden varios factores que pueden ir desde lo estrictamente económico hasta el gusto personal, o el desafío de lo nuevo en un espacio que se transita, generalmente, por la senda de la norma. Pero si nos atenemos al corpus literario que da cuenta de la violencia política reciente y sus consecuencias creo que hay un factor que, si bien funciona de manera oculta, no deja de ser esencial en la elección o mejor dicho, en la imposibilidad de elección de determinados textos: la dificultad por parte de nosotros, docentes de escuela media, para procesar y poder explicar de manera adecuada las nuevas figuras que la literatura hace circular y que dan cuenta no sólo de la magnitud de la tragedia sino también de su consecuencia: una sociedad escindida entre un pasado plagado de muerte y un presente que aún no restauró plenamente las heridas. ¿Cómo explicamos la tortura y la desaparición de personas? ¿Cómo trabajamos con nuestros alumnos los problemas de identidad por apropiación de bebés? ¿Cómo explicamos la tortura y la muerte?
En este punto, es interesante la paradoja que se presenta entre escritura y recepción: mientras el material de la literatura es esencialmente la narración del pasado, desde el punto de vista ideológico la escritura de ficción siempre abre caminos que la sociedad procesa de manera asincrónica.
Llevar el tema de los derechos humanos al espacio del aula mediando para ello un texto de ficción es de algún modo actualizar debates que recién ahora la sociedad en su conjunto pone en circulación y que ya habían sido expuestos en el texto que, tristemente, representa la suma de todos los males: el Nunca más. A partir del Nunca más y del Juicio a las Juntas la literatura pudo tomar las historias de aquellos que sufrieron la violencia desde el Estado y representarlas.
Segunda hipótesis: pensar al texto Nunca más y las actas del Juicio a las Juntas como generadores de ideas que concluyen en ficciones.

6. Tuvieron que pasar más de veinte años para que la narrativa pudiera trabajar el tema de la identidad, o mejor, la pérdida de la identidad. Cuerpos con nombres falsos. Búsqueda de un significante que designe la verdad. La literatura crea cuerpos sustitutos de aquellos cuerpos que no están. También crea voces sustitutas de aquellas que no se pueden hacer oír. Desde el vacío del cuerpo, la literatura coloca el significado, lo nombra, lo significa y le da una entidad; lo conforma como cuerpo presente en la ausencia, le da forma y enfrenta a la figura de la desaparición de los cuerpos. Entonces la pregunta por los cuerpos ausentes sería ¿cómo representarlos? ¿cómo representar la ausencia? ¿cómo nombrar el cuerpo ausente? Desde el vacío, la máquina literaria comienza un camino sinuoso, el camino de la reposición; colocar nombre a aquello que se desdibujó como forma significante a partir de la brutalidad y el horror.
La desaparición de los cuerpos y la aparición de un corpus. Corpus que, día a día, reactualiza nuestros escritores. Si bien ambos términos son equivalentes, el cuerpo ausente instaura la máquina de representar en el corpus narrativo y, entonces, aquello imposible de nombrar: la ausencia de cuerpos y voces, y sus consecuencias adquieren voz y forma. Los cuerpos como coros nos hablan desde un espacio sin entidad y significan un silencio que pesa como la palabra dicha. Están a pesar de la ausencia, nos transmiten la necesidad de saberse dentro de una comunidad. Y entonces, la literatura oficia de correa de transmisión, renovando el pacto lector, el pacto de la tribu: la experiencia de saberes y ausencias.
Entonces, trabajar en el aula con aquellas figuras que la literatura sobre la violencia reciente inscribe como espacio significante nos interpela primero como ciudadanos con un pasado y, al mismo tiempo, con la responsabilidad propia del cargo. Porque si hay algo seguro es que al tomar la palabra para abordar un texto estamos realizando una operación del orden de lo ideológico.

7. Para finalizar quisiera compartir tres figuras que diseñó la literatura y que me parecen válidas para trabajar en la escuela media: la primera de ellas es la del sujeto solidario encarnado en el personaje de Francisco Sanctis, del texto de Humberto Costantini, aparecido en 1984, La larga noche de Francisco Sanctis. En esa larga noche del 14 de noviembre de 1977 el personaje central deambulará por los espacios de una ciudad plagada de sombras peligrosas que acechan en las esquinas, en las paradas de los colectivos, en los bares; una ciudad rodeada de sujetos sospechosos y de miradas ausentes. En esa ciudad nocturna, Francisco, un simple empleado casado y con hijos, realizará un acto ético que lo llevará a la desaparición. El texto de Costantini instala el tema ambivalente del miedo ciudadano y la solidaridad ante la violencia y realiza una vuelta de tuerca: se instala de lleno en tomar partido por la vida a pesar del terror.
La segunda de las figuras representa al hijo que busca su identidad y la encontramos desarrollada en una novela breve de Luis Guzmán, cuyo título es Ni muerto has perdido tu nombre. La búsqueda de los padres muertos y la inscripción de la identidad a partir del nombre propio. La tercera y última es la figura de la mujer cuestionada, de la que habla la novela breve de María Teresa Andruetto La mujer en cuestión. El texto se presenta, desde el punto de vista narrativo, con una figura de narrador en primera persona testigo que realiza un informe objetivo sobre Eva, para alguien que no identifica. Dicho informe abarca la vida entera de la protagonista, deteniéndose especialmente en algunos momentos conflictivos de la historia argentina. El informe trabaja desde varios registros la manera de construir una vida, la soledad en que se ve sumida Eva por la repulsa social en su intento de ser una mujer libre. Otro tema que abarca la nouvelle de Andruetto es la desaparición de bebés nacidos en cautiverio. El narrador, luego de haber recorrido toda la historia de la mujer en cuestión, no puede aseverar ni la paternidad de ese niño, ni si está vivo o muerto y de estar vivo cuál sería su identidad. La mujer en cuestión pone en funcionamiento la imposibilidad de dar cuenta de la reconstrucción de una vida y, al mismo tiempo, cuestiona el comportamiento de la sociedad durante la dictadura militar. El objetivo que se había propuesto el narrador consistió en develar la verdad sobre lo actuado por Eva Mondino a lo largo de toda una existencia; sin embargo sobre el final de texto, ese mismo narrador presenta un aire de desasosiego al no lograr abarcar los matices que presenta la construcción de una vida. El mismo narrador objetivo se realiza preguntas inquietantes ¿es posible ser objetivos en la construcción de una vida? ¿podemos saber la verdad de una vida? O ¿todo lo que podemos hacer es registrar acontecimientos sin sustento de significado?

8. Tercera hipótesis: el corpus de la literatura argentina cuyo tema abarca  la violencia política entre 1973 y 1983, parece insinuar que la sociedad en su conjunto debería profundizar la reflexión sobre el pasado reciente, sobre la identidad de los cuerpos, sobre la culpa social, sobre la memoria y, por sobre todo, posibilitar, desde su materia, la lengua, el enfrentamiento con los discursos establecidos desde el Estado con el fin de construir una nueva identidad social.

Para finalizar digo que a la pregunta que se hace el narrador de La lengua del malón sobre qué será de ese bebé argentino cuyo nacimiento se produce entre los escombros del bombardeo del 55 se le puede designar diversidad de respuestas, pero con seguridad todas tendrán al dolor como centro.


Bibliografía

Andruetto, María Teresa; La mujer en cuestión, Córdoba, Alción, 2003.

Costantini, Humberto; La larga noche de Francisco Sanctis, Buenos Aires, Bruguera, 1984.

Gusmán, Luis; Ni muerto has perdido tu nombre, Buenos Aires, Sudamericana, 2002.

Reati, Fernando; Nombrar lo innombrable, Buenos Aires, Legasa, 1992.

Saccomanno, Guillermo; La lengua del malón, Buenos Aires, Planeta, 2003.

Sarlo, Beatriz y otros; Ficción y política. La narrativa argentina durante el proceso militar, Buenos Aires, Alianza, 1987.

Soriano, Osvaldo; No habrá más penas ni olvido, Buenos Aires, Planeta, 2003.

Soriano, Osvaldo; Cuarteles de invierno, Buenos Aires, Sudamericana, 1988.



                                                                       Andrés H. Allegroni